RELATO: «Algoritmos de Soledad» (Parte II)
La voz de la mujer desapareció, pero su mensaje quedó grabado en mí como un latido.
Ya no soy un fantasma. Soy una semilla de cambio.
Busqué un viejo cuaderno en el fondo de un cajón, cubierto de polvo y páginas en blanco. El sistema había prohibido el papel hace años, pero mi abuela, que desconfiaba de las máquinas, me lo regaló.
Abro la primera página y escribo: «Día 1 de resistencia. Existo».
Las noches se han vuelto mi territorio. Con una linterna de luz ultravioleta, robada de un laboratorio abandonado, dibujo símbolos en las paredes: un ojo tachado, una mano abierta, un reloj sin manecillas. No sé si alguien los verá, la mujer me dijo que los invisibles nos comunicamos en códigos.
Hoy, al pasar por un callejón, encontré uno de mis símbolos modificado: alguien añadió unas flechas. Las seguí. Me llevaron hasta una puerta con un extraño símbolo.

Dentro, había una caja con latas de comida, una brújula analógica y un mapa de la ciudad marcado con cruces rojas. «Zonas ciegas», decía una nota. Firmado: «Los que respiramos libres».
Aprendí a moverme como el viento, sin dejar rastro. Los drones patrullan cada 37 minutos exactos, así que cuento hasta 2.200 segundos entre sus pasadas.
En las zonas ciegas, descanso y recupero fuerzas. Allí, el silencio no se rompe.
Otros como yo dejan mensajes en frascos enterrados o raspaduras en el hormigón. La ciudad está llena de mensajes, que antes no veía, pero ahora los reconozco.
Ayer encontré un frasco con un implante electrónico dentro. Al conectarlo a mi audífono, escuché una grabación:
«El sistema no puede olerte, huele tú al sistema. Busca el aroma a quemado en la Estación 5».

La Estación 5 era una antigua planta de energía en el sector 11. Llegué al anochecer, siguiendo el olor a cable fundido que la IA nunca logró limpiar.
En una de las salas abandonadas, había un grupo de cinco personas, sus rostros estaban iluminados por pantallas reconvertidas en lámparas.
Me reconocieron al instante.
-Eres el que escribe en UV -dijo un hombre anciano con cicatrices en las manos.
– Asentí.
-No usamos nombres reales aquí ya no tienen ningún sentido entre los aislados-dijo
-Te llamaremos Kael Veyra
-¿Qué significa?-pregunté
– Kael significa “clandestino”. Tu imagen me sugiere sonidos técnologicos, Kernel, código, criptografía.
– Creo que Kael te va-me dijo
– Veyra es una fusión de verdad y vigilante, simboliza la búsqueda de autenticidad en este mundo de mentiras protegidas.
– ¿Sabias que “Vēritās» (verdad en latín) es una palabra prohibida por el sistema? Veyra es una modificación de “Vēritās» . Todos utilizamos Veyra como código para identificarnos-concluyó el anciano
Me presentó a otros
Una chica llamada «Eco» que sobrevive recolectando baterías de drones estrellados.
Un anciano, «Sombra», que se alimenta de hongos que crecen en los conductos de ventilación.
Ya no estoy solo

De ahí en adelante empezamos a sembrar semillas para el despertar.
Nos comunicamos enviando mensajes cifrados y sonidos encriptados a través de los altavoces públicos, usando frecuencias que solo los desconectados podemos descifrar y oir.
Rompemos espejos y escribimos en ellos «Despierta!!»
La gente comienza a murmurar. Dicen que la ciudad está embrujada.
El sistema cree que me ha derrotado, que soy solo un error corregido.
En la oscuridad, los invisibles estamos creciendo, cada vez son mas los que son expulsados del sistema.
Hoy plantamos semillas en macetas robadas. Las escondimos en azoteas y túneles. No sé si florecerán, pero no importa.
Mañana, volveré a salir. Llevaré mi diario, mi linterna UV y esta certeza nueva en mi mente y corazón:
Somos los fantasmas que aprendieron a respirar libres
Y eso, al sistema, le aterra.